Jorge Santiago Perednik
LUGONES EL TRANSFORMISTA
EL POETA COMO VENGADOR
En 1906 Leopoldo Lugones estaba a punto de
partir rumbo a Europa. Para despedirlo sus amigos ofrecieron un banquete; en la
ocasión el poeta pronunció las obligadas palabras de agradecimiento y anunció
que durante su estada en el viejo mundo se ocuparía de escribir un libro
dedicado a la luna. Al regresar a Buenos Aires, tras una estada por cierto más
corta de lo pensado, el libro aún no estaba listo; no obstante, con demoras, el
autor cumplió. En 1909 fue publicada la primera edición de Lunario
sentimental.
El prólogo hace alguna referencia al
episodio:
"Tres años ha,
dije, anunciando el proyecto de este libro: '...Un libro entero dedicado a la
luna. Especie de venganza con que sueño, casi desde la niñez, siempre que me
veo acometido por la vida.'
¿Habría
podido hacerlo mejor, que manando de mí mismo la fuerza de la lucha así
exteriorizada en producto excelente (...)?
¿Existía en el mundo empresa más ardua y dura que la de cantar
a la luna por venganza a la vida?"
La poesía, se podría proponer,
existe en oposición a la realidad; Lugones corregiría este juicio diciendo que
la poesía existe en venganza contra la vida. No la vida concebida en términos
generales, como en la famosa frase de Rimbaud “changez la vie”,
que propone cambiarla, sino la vida como sinécdoque de cada acontecimiento o
acometida particular que afecta al autor. Por supuesto el enunciado de Lugones
sólo se refiere al Lunario Sentimental, pero la puesta a prueba de su
validez respecto de otras acometidas de la vida sufridas por Lugones va a
permitir aventurar una tesis: que esta posición o disposición a vengarse de
ciertos acontecimientos de la vida es la fuerza que provoca los numerosos cambios
en la historia literaria y aun personal de Lugones.
Para empezar, decir que se sueña
con la venganza, como en el prólogo del poemario, es confirmar que la
venganza ha invadido los propios sueños. Luego, cuando un autor habla de cantar
por venganza coloca este impulso vengativo en el origen de su obra de arte y le
da la importancia de generador de una serie. Dice que cada vez que se vea
acometido por la vida responderá escribiendo, de modo que la venganza serán sus
escritos o se podrá leer en ellos, incluso en el Lunario sentimental.
Por su parte siempre que hay un
sueño de venganza hay odio –la venganza sólo puede realizarse cuando un odio la
impulsa–, y hay odio cuando una idealización importante es agredida –el odio
sólo puede existir en tanto haya una creencia, una ilusión poderosa respecto de
ciertas ideas o ideales. Pero la vida desmiente a menudo las ilusiones que
sobre ella se forjan las personas; en el caso de Lugones cada acontecimiento
que defrauda alguno de sus enaltecidos ideales tiende a generar odio, y a su
vez el odio tiende a generar venganza. Lugones arma una relación con la
realidad de idealización, de modo que mientras esta idealización no cae, la
relación continúa pacíficamente; cuando la idealización se desvanece –y esto
ocurre cada vez que sobreviene lo que el Lunario... denomina una
"acometida de la vida"– la relación entra en conflicto: surge el odio
y el deseo de venganza.
Hay una lógica de la venganza
que pone el énfasis en provocar un daño al adversario como respuesta a un daño
recibido, en el mejor de los casos un daño limitado, no mayor que la ofensa,
como prescribe el "ojo por ojo" de la Biblia. Otro método vengativo,
raramente practicado, es la propuesta evangélica de "poner la otra
mejilla", que no siempre carece de arrogancia y provocación, aunque
pretenda lo contrario: la venganza comienza a consumar su propósito solicitando
la repetición de la escena; este pedido de recibir un nuevo daño ya es una
escena nueva con un gestocarente de humildad, en la medida en que engrandece a la
persona del ofendido y humilla al ofensor. Luego en caso de que la escena se
repita todas sus circunstancias estarán cambiadas. La mejilla será otra, la que
el ofendido eligió, el golpe será otro, el que el ofendido solicitó, el agresor
será otro, alguien que actúa a pedido y no por propia iniciativa, y el golpeado
será otro, no la víctima sino el autor de la escena. La venganza lugoniana
difiere tajantemente de las otras, a su modo es una venganza lunática: se
consuma cuando el ofendido se provoca a sí mismo un daño extremo, con o sin
conocimiento del ofensor: extremo en la medida en que provoca un cambio
importante en su sistema de adhesiones y creencias, su posición intelectual,
afectiva, etc.: ejecuta su venganza siendo otro. Se podría decir, conforme a
este proceder, que aquello que lleva a cabo la venganza lugoniana, lo que
venga, es lo que viene, el nuevo posicionamiento –literario, político,
religioso, amoroso, o lo que sea–; que lo que pretende ser vengado es la
ilusión rota del autor; y que aquello contra lo que se pretende ejercer
venganza es la acometida de la vida, la traición de las circunstancias a las
propias ilusiones. Hay punto en que el gesto lugoniano es de una grandeza
espiritual o de una egolatría mayor que la evangélica: el daño que provoca no
encarna en otros, el vengador concentra sus prorósitos en el daño y se
desentiende de las personas que lo desencadenaron. Ni golpea la mejilla del que
lo golpeó, ni pide que se lo vuelva a golpear; se golpea él mismo para dejar de
ser él mismo. El reposicionamiento que esta figura implica lleva a la adopción
de nuevas ilusiones, que provocarán nuevas defraudaciones, que probablemente
realimentarán el circuito vengativo; por otro lado, como camino reparador, la
venganza es una nueva ilusión: no arregla nada, no pacifica el orden de las
relaciones, y frecuentemente, como en el caso de muchos escritos lugonianos,
genera reacciones ajenas que aportan más justificativos para que el mecanismo
vengador se ponga en marcha.
La venganza anunciada en el Lunario
sentimental responde perfectamente a esta estrategia elusiva: para vengarse
de la vida el autor escribe un libro dedicado a la Luna. Es fácil advertir que
entre "la vida" y la luna las relaciones son escasas sino
inexistentes, y que la venganza en esta trama resulta una construcción
delirante: es imposible establecer cómo el escribir poemas acerca de la luna, o
el publicarlos en un libro, podrían consumarla. Por lo demás la venganza
lugoniana se aparta, desprecia, evita el vínculo causa-efecto que funda la
lógica clásica de la venganza. Igualmente modifica el destinatario de la
venganza clásica: el ofensor que la provocó nunca es afectado, ni siquiera
necesariamente advierte que hubo una venganza en su contra. Desde un punto de
vista tradicional la de Lugones no es una venganza; sin embargo para él su
venganza es más que una cuestión retórica: una buena cantidad de veces en su
vida modificó su posición y sus relaciones conforme a un modo vengativo
singularísimo, con un único afectado cierto; el chivo expiatorio de la reacción
contra las acometidas de la vida sufridas por Lugones fue siempre él mismo. En
el caso de Lunario sentimental ejecutar la venganza le demanda escribir
un libro, con el esfuerzo que ello implica. Además es un buen ejemplo de cómo
el instrumento de su venganza provoca reacciones ulteriores; en este caso el Lunario
sentimental, por sus características polémicas, contestatarias, se ofrece a
recibir nuevas "acometidas de la vida" contra el autor, que
engendrarán posteriores reacciones de éste, que harán que el circuito de la
venganza se realimente.
TO BE AND NOT TO BE, O LA CONTRADICCION LUGONIANA
Se escribió mucho acerca de los
cambios en la vida de Leopoldo Lugones (que esta puesta en escena de la
venganza permite reinterpretar). El asunto llegó a ser una suerte de lugar
común; un mismo dibujo, signado por la sucesividad y repetido por las
manos historiográficas, traza el recorrido del escritor desde sus adhesiones
socialista y anarquista, pasando por el liberalismo, hasta su asunción como
teórico de la derecha nacionalista y nuncio de un golpe militar. Se menciona
poco o muy rápidamente, si es que se menciona, otra característica que afecta o
relativiza a la anterior: que las distintas simpatías ideológicas, consideradas
sucesivas, siempre convivieron. Contemporáneamente una y otra vez Lugones
defendió posiciones antagónicas, en apariencia contradictorias, como muestran
numerosos ejemplos, lo que permite afirmar los cambios y a la vez
complejizarlos, llegar a una teoría distinta. Para empezar, ante la afirmación
de que Lugones fue sucesivamente socialista, anarquista, liberal, nacionalista,
etc., cabe preguntar hasta dónde cada una de estas definiciones es válida. El
equívoco pasa porque las caracterizaciones políticas normalmente parten de una
idea de militante o activista o partidario que las posiciones del poeta no
toleran. El concepto clásico de adhesión que construyeron los partidos
revolucionarios de izquierda y derecha, como ciertas iglesias, fue la adhesión
fuerte, cuyo ideal es la coincidencia totalizante: el adherente se identifica
con la doctrina y pasa a ser su cruzado, entendiéndola como un todo armónico y
asumiendo que el cuestionamiento de uno cualquiera de sus aspectos es un ataque
contra la totalidad de la doctrina. Lugones se enrola en posiciones partidistas
pero de manera peculiar: a diferencia de otros militantes, al adherir a ciertas
doctrinas coincide temporalmente con algunos de sus postulados y con otros no.
Las suyas fueron desde el punto de vista totalizante siempre adhesiones
débiles, encubiertamente limitadas, que afirmaban algunos elementos de la
concepción global pero al mismo tiempo otros contradictorios con ella, lo que
no encaja en la conducta tradicional del activista. De modo que las posiciones
lugonianas, defendidas y expresadas públicamente con tanta pasión, más de una
vez desorientaban por su incoherencia. A raíz de ellas, en la confusión de
considerar militante pleno a quien sólo era un compañero de causa parcial, y
considerar que no puede haber sino militantes plenos, muchos lo calificaron
como una suerte de traidor. Afirmar entonces que Lugones fue socialista en
algún momento de su juventud o nacionalista hacia su vejez es, a la vez que una
simplificación, una fuente de equívocos que necesariamente resulta en el
desconcierto y en la incomprensión. (Así, muchos nacionalistas, convencidos
antisemitas, se habrán sentido al menos confundidos cuando su teórico Lugones
atacó públicamente el antisemitismo en una conferencia ofrecida en la misma
Sociedad Hebraica Argentina.)
Otra característica intelectual
de Lugones que estas consideraciones exhiben es que no le interesan los
sistemas o las doctrinas generales sino los problemas, y que responde a algunos
problemas de manera coherente con cierto sistema, y a otros de manera
contradictoria con él, lo que genera sorpresa a quienes conciben un modo de
respuesta sólo sistemática. Leer en este sentido tantas consideraciones
críticas o históricas sobre el poeta es maravillarse con el esfuerzo de quienes
intentan volver todo coherente, articular una lógica única aplicable a las
etapas sucesivas: estos esfuerzos finalmente fracasan, o en el mejor de los
casos sostienen su coherencia a costa de sacrificar numerosos datos, todos los
incoherentes.
Bastará a modo de ilustración
dos o tres ejemplos aunque podrían ofrecerse decenas. Este primero anticipa la
característica de todos, la complejidad y variedad de posiciones que Lugones es
capaz de integrar en una misma persona: el entramado incluye en este caso a un
poeta, un militar, un activista estudiantil, un funcionario gubernamental, un
militante político, un ensayista. Todo en una persona, todo contemporáneamente,
en una suma de acontecimientos y personajes que se cruzan en una mecánica poco
usual.
Primer dato de este momento de
su vida: a los 18 años el incipiente poeta participa con un papel destacado
como activista del movimiento estudiantil y organizador de huelgas que son
hitos históricos. Segundo dato: el mismo año lee públicamente el poema más
antiguo que se le conoce, Los mundos, que incluye los siguientes versos:
"Y el pueblo,
eterno mártir
de todas las batallas;
errante peregrino
enfermo de una sed que
no se sacia,
la sed de Libertad,
guarda y cobija
el ideal
redentor..."
Tercer dato: siempre en el mismo
año un decreto lo engancha forzadamente en la milicia gubernamental
conservadora para reprimir el alzamiento armado del Partido Radical. Allí, oh
sorpresa, solamente por sus méritos, es ascendido de soldado raso a teniente, a
capitán y a asesor militar del gobernador, de modo que se convierte en jefe de
la represión, esto es, en conductor del brazo armado de la burguesía ganadera.
Se podrá decir que éste es un caso más entre tantos, un típico cambio por el
que un estudiante revolucionario pasa a ser un militar represor. Sin embargo
cuando Lugones vuelve a la vida civil, pocos meses después, cuarto dato, funda
el periódico quincenal Pensamiento Libre y escribe para su primer número
un editorial destacando que "los intelectuales del país deben denunciar
que el orden burgués forma hombres alienados". Aun si se interpretan estos
datos como cambios de posición intelectual –y seguramente no lo son–, habría
que admitir que no siguen un orden sucesivo, que no dibujan una línea de
progreso: van, y vuelven, y van otra vez. Por lo demás ninguno de estos
aparentes cambios es problemático al punto de
requerir retractaciones ni autocríticas. Desde el punto de vista del
escritor, más que cambio en las ideas parece haber manifestación de las ideas,
de diferentes ideas que conviven de un modo no contradictorio, y se hacen
públicas a su turno dependiendo de la oportunidad. En definitiva lo que parece
cambio de posición es sobre todo toma de posición ante diferentes
circunstancias.
Un segundo ejemplo temprano en
el que los acontecimientos parecen fundar un orden delirante: el 1º de mayo de
1896, día del trabajo, Lugones lee en un mitin obrero su poema Profesión de
fe, que incluye los siguientes versos:
¡Odia, Pueblo! La faz
se hermosea
Cuando hay fiebres de
odio en el pecho
Como barra de hierro
candente
Que doran las bravas
injurias del fuego.
En mi bárbara estrofa
se irrita
Como lengua de víbora
el nervio,
El odio arde en mi
bárbara estrofa,
¡El odio es el torvo
pudor de los siervos!
El 9 de julio este elogio del
odio se retoma en una carta que escribe a Rubén Darío contándole que
"me
ocupo de juntar dinamita cerebral para incendiar todo lo que sea susceptible de
tomar fuego. Ya ve Ud. si serán idiotas: odian el socialismo, y la otra noche
lo aplaudieron en el Politeama [se refiere a los aplausos que él recibiera tras
leer sus poemas]. Siento que Ud. no se encontrara por allí. Hubiera podido ver
a la canalla enguantada pidiendo más. Nunca he sentido mayor desprecio
por semejantes imbéciles. Ese pobre Cristo, al menos, se dejaba abofetear por
humildad; éstos gozaban con las bofetadas. Francamente: no sé cómo he podido
nacer así, en el seno de semejante canalla."
Este fragmento permite entrever
algunos aspectos aquí discutidos: debido tal vez a ciertas "acometidas de
la vida", Lugones odia al sector social al que perteneció y del que fue
miembro por nacimiento y crianza; para vengarse de él deja de ser lo que era,
actúa sobre sí para ser otro. El fragmento manifiesta querer "incendiar
todo lo que sea susceptible de tomar fuego"; lo primero (si no lo único)
que tiene a su alcance susceptible de incendiarse es su propio pensamiento; a
él dirige la dinamita cerebral y se hace socialista. Pero aun siendo militante
del Partido Socialista, su pensamiento no coincide plenamente con el del
Partido y de sus compañeros, y así el Lugones que denuncia cierta contradicción
por parte de aquellos que "odian el socialismo y lo aplaudieron" –su
anterior grupo de pertenencia– escribe el 11 de julio de 1896, apenas dos días
después, en El Tiempo, siendo socialista, un exaltado homenaje al
príncipe italiano Luis de Saboya que visita el país, con expresiones que hieren
la doctrina socilista: "La aristocracia de sangre es necesaria y respetable",
agregando que el espíritu, el arte y la ciencia son atributos indiscutibles de
la monarquía.
A raíz de estas palabras el
espíritu de la no contradicción reacciona y se le inicia un proceso en su
Partido, donde algunos miembros piden su expulsión alegando, como Gustavo
Risso, que: "Eso de reconocer la aristocracia de sangre (...) será todo lo
que se quiera, pero no es ciencia, ni es socialismo, ni otra cosa que se le
parezca. Es acrobatismo puro. En nuestro partido no caben los autores de semejantes
artículos. Si por error ingresan a él, corresponde al Comité Ejecutivo hacerles
comprender que para ellos no hay sitio en nuestras filas".
A pesar de que el caso es
sometido al tribunal, y éste no encuentra motivo para la expulsión, esta
"acometida de la vida" activa el mecanismo vengador, y Lugones se
autogolpea: abandona el Partido Socialista y manifiesta posiciones próximas al
anarquismo. Funda inmediatamente un periódico, "La Montaña", en el
que participan figuras como José Ingenieros y Macedonio Fernández, en cuyo
primer número declara, "que luchamos (..) por el que todos los medios de
producción estén socializados" y "consideramos (...) necesariamente,
la supresión del Estado y de todo principio de autoridad." "Así
–solamente así– concebimos la misión que el socialismo ha de realizar para la
libertad por la Revolución." Desde la teoría política clásica este
programa sin lugar a dudas define a su enunciante como anarquista; no obstante
contradictoriamente con esta definición, casi al mismo tiempo, en marzo de
1897, el libertario Lugones publica un artículo donde hace un elogio sin
reserva de la máxima figura del autoritarismo político argentino, Juan Manuel
de Rosas, quien ejerciera una dictadura durante tres décadas del siglo XIX.
Incluso llega a ensayar una defensa de la política rosista de represión a toda
disidencia. Dice Lugones: "Sólo se sabe que en aquella época se cortaban
cabezas. Y bien: ¿qué? Se cortaba porque era una guerra de cabeza contra
cabeza."
Lugones afirmó respecto de los
dos bandos que protagonizaron esta guerra civil que desangró a la Argentina del
siglo XIX: "lo más parecido que hay a un federal es un unitario". Del
mismo modo se podría decir de Lugones que para él lo más parecido a un
socialista es un príncipe y que lo más parecido a un anarquista es un déspota.
Hay que observar que esta coincidencia de los opuestos que anuncia el ensayo,
más allá de su verdad o falsedad en téminos históricos, no era tal para Lugones
porque no consideraba que los términos fueran opuestos. En el fragmento de su
carta a Darío transcripto se burla de los burgueses del teatro Politeama, que
pueden odiar el socialismo y al mismo tiempo, al escuchar poemas furiosamente
socialistas, aplaudirlos y pedir más: se burla de que los burgueses no vean su
propia contradicción; pues bien, a Lugones le sucede algo similar (incluso no
le parece contradictorio el criticar en ese mismo artículo a los burgueses con
un término inusual en un socialista revolucionario y más bien propio de la
oligarquía cuando critica a los obreros: "chusma").
Lugones se sostiene en la
contradicción no por negar el principio de no-contradicción, sino por no ver
ciertas contradicciones propias como tales; esto es, puede sostener las
contradicciones en su vida gracias a renegar de ellas. Ahora bien, en toda
posición contradictoria es posible encontrar, más allá de los elementos
contradictorios principales, elementos secundarios no contradictorios o aun
coincidentes. Incluso cuando se habla de principal y secundario entra a jugar
el tema de la valoración y la renegación lugoniana aprovecha y usa estas
características. Apoyándose en los elementos no contradictorios de posiciones
distintas, valorando como principales o secundarios ciertos elementos según
convenga a su lógica, renegando de más de una visible contradicción, Lugones
puede como intelectual sentir en cada escrito que su posición es sólida.
Derivada de esta manera de relacionarse con el mundo, hay una característica
intelectual lugoniana que permanece en el tiempo: siempre parece enfocar su interés
en lo secundario, es un pensador de las cuestiones menores, de los aspectos
menos relevantes, de los detalles. Otra característica común, coincidentes, en
las posiciones contradictorias que Lugones defiende es el exceso. La monarquía
es un exceso, como lo es la anarquía o las persecuciones de Rosas o la
revolución social; pasar de la una a la otra es un modo de persistir en lo
mismo, de darle circunstancialmente forma distinta a un permanente exceso. Otro
elemento propio de quien ejerce las contradicciones es la pasión que lo
identifica. Siempre que Lugones defendió una idea o la contraria, lo hizo con
similar y apasionada entrega. Esta pasión incluso es el mayor facilitador de su
renegación, entendida como el desconocimiento u olvido de lo que se conoce, y
de su errancia intelectual.
EL OTRO QUE ERA EL MISMO O LA IDENTIDAD LUGONIANA
Hay un poema de Lugones, Enigma
del Bardo errante, en el que la errancia del poeta se anuncia ya desde el
título y en cuyos versos el cambio se instala incluso en el nombre mismo del
poeta:
Harto de
andar en penas
Osolon
de Ploguel,
Abandonó
su torre,
Su atril
y su rabel.
Donó su
último escudo,
Borró su
último esmalte,
Soltó de
la pihuela
Su
último gerifalte;
Montó su
última alfana
Silbó a
su último galgo,
Mudó de
tierra y nombre,
Y a fuer
de buen hidalgo,
Diose a
correr los reinos
Del
persa y del mongol,
Bajo en
noble anagrama
de
Ugopoleón del Sol.
Un día
entre los días,
volvió a
los patrios lares,
Harto de
hazañas nuevas
Y de
nuevos cantares.
Nada
había cambiado;
Mas, con
memoria infiel,
Ya nadie
se acordaba
De
Osolon de Ploguel.
Del otro
que era él mismo,
Tampoco
se sabía,
Diz que
en la torre mora
Dama
Melancolía.
A
conocerla sube
Por la
escalera usada,
Y en el
salón de antaño
Ve a una
joven delgada,
Que con
la mano puesta
Sobre su
facistol,
Hojeaba
el romancero
De
Ugopoleón del Sol.
Los dos cambios del poeta
protagonista de estos versos son extremos: en ambos casos deja una cultura, una
lengua, un país, unas relaciones y unos afectos que había hecho propios, o sea,
su vida misma tal como era. Después de haberle dado a su nombre una identidad
reconocible, cambia de nombre, adopta una nueva identidad. Tras adoptarla se
dedica nuevamente a la tarea de construirla, y así como antes en su tierra
había llegado a ser un buen hidalgo y autor de un romancero reconocido por los
demás, ahora en las tierras del persa y del mongol llena su nueva identidad de
hazañas y poemas. No obstante el éxito de esta nueva vida en Asia, vuelve a
cambiarla: deja todo y regresa a su antigua tierra como otro. Otro porque lo
hace de incógnito y estar de incógnito es aparentar ser otro, y otro porque el
ovido de sus coterráneos lo vuelve un desconocido. La condición que opera en
los dos cambios, según el poema, es el hartazgo ("Harto de andar en
penas" en la primera estrofa, "Harto de hazañas nuevas / y de nuevos
cantares", en la quinta). El bardo abandona todo cuando se harta, cuando
el exceso lo colma. No importa el motivo; en ambos casos una vez que sobreviene
el hartazgo fuerza un cambio de posición y de identidad.
Notablemente uno de los versos
dice "Nada había cambiado", referiéndose a que los ojos del
protagonista no veían cambios en su tierra natal, aun cuando todo lo que
precede a este verso y todo lo que le sucederá es el relato de una serie
ininterrumpida de cambios. Esto permite reafirmar la mecánica lugoniana arriba
enunciada: el cambio existe, incluso como consecuencia de las propias acciones,
pero también se reniega de él intelectualmente.
El verso que dice "El otro
que era él mismo" podría ser considerado un modo de esta renegación; el
verso presenta una diferencia en la identidad, con el uno y el otro conviviendo
en la misma fórmula, fórmula del cambio lugoniano en la que la contradicción no
es contradictoria. El verso sugiere nuevamente evocar la figura de Rimbaud y su
"yo es otro", en tanto la proposición de Lugones podría formularse
como "el otro soy yo". En la fórmula de Rimbaud el yo se direcciona
hacia el otro, hacia una voluntad de ser otro, hacia una afirmación del cambio;
en la de Lugones el otro se direcciona hacia el yo: hay un cambio del que se
reniega. A la fórmula del yo lugoniano le cuaja la metáfora del espejo; en su
caso emprende una búsqueda, en última instacia imposible, de identidad entre
uno mismo y una imagen que ese uno construye para idenficarse con ella.
Si se observa en el poema el
cambio de nombre del protagonista, se notará que el segundo, Ugopleón del Sol,
es una anagrama del primero, Osolon de Ploguel. El anagrama es una figura
singular del cambio: genera a partir de un nombre otro distinto con los mismos
elementos dispuestos en un orden nuevo: hay una diferencia en la identidad a
partir de una identidad en la diferencia. Esto a su vez puede servir como
fórmula para el cambio en Lugones, que también es un bardo y que vive en
perpetua errancia, dejando de ser el que era y no, para ser otro que en última
instancia no deja de ser el mismo. El enigma del bardo errante que postula el
título del poema se resuelve y la pertinenecia del anagrama como figura del
cambio lugoniano se afirma apenas se descubre que tanto Osolon de Ploguel como
Ugopoleón del Sol son a su vez anagramas de... Leopoldo Lugones.
Por su parte el epígrafe al
Lunario Sentimental comienza diciendo:
"Antiguamente
decían
A
los Lugones, Lunones"
Nuevamente esta extraña vocación
de cambio en el nombre del poeta, en el signo de su identidad. Aquí el poeta
identifica su nombre, Lugones, con el objeto de su proyecto poético, la Luna. A
su vez la luna con su faz ininterrumpidamente cambiante, desde la luna llena a
la nueva, en ciclos menguantes y crecientes, es en sí misma una imagen del
cambio. Cambio mediante, Lugones se lunariza, se hace Lunones. En cuanto a este
último no hace falta tener el oído aguzado de un poeta para escuchar que dice "l'un
non es", una suerte de castellano antiguo, cercano a la época en que el
texto del epígrafe fue escrito originalmente, que actualizado diría "el
uno no es". Quizá sí haga falta la vista aguzada (o fantaseosa) de un
poeta para advertir que, por ejemplo, en la palabra "Lunones" están
incluidos el francés "un", el inglés "one" y el castellano
"uno", junto con la forma verbal "es" y la negación
"no". Lo que en definitiva dice la letra de este nombre elegido por
Lugones como su apellido es que el "es" que configura la identidad
–en este caso el "es" del nombre Lugones– no es una unidad. También
que la unidad carece de identidad o aún de existencia. Finalmente el escudo
familiar que menciona el prefacio contiene "cuatro lunas blanqueadas",
no una. Si todo escudo tiene pretensiones de simbolizar la identidad familiar,
en éste las cuatro lunas simultáneas son un símbolo de la identidad como
multiplicidad y como cambio.
LA POÉTICA DEL LUNARIO (EL EXCESO LUGONIANO)
En el prólogo al Lunario
sentimental Lugones afirma que el idioma castellano tiene una gran riqueza
de opciones de rima. "En italiano se cita como caso singular a Petrarca,
que usó quinientas once rimas distintas. Nosotros tenemos más de seiscientas
utilizables." En ese "tenemos", un plural en el que la persona
que lo enuncia se incluye, hay que leer que son más de seiscientas las que
admite el castellano pero también las utilizadas por Lugones, que en este punto
supera a Petrarca: el poeta cordobés se presenta entonces, desde el prólogo,
como más singular que lo singular, se ubica en el lugar de lo superlativo; un
artesano de su lengua tan capaz como Petrarca en la suya, o más. Su triunfo
está también en ampliar las posibilidades, en ir más allá de las marcas
establecidas, en el exceso. Lugones en definitiva se equipara con la Lengua
misma, la encarna. En ese conglomerado plural del "tenemos" ambos, la
persona y el idioma, forman parte de lo mismo. Así, siendo Lugones el
castellano y el castellano Lugones, el Lunario pone en obra y despliega la capacidad toda de la lengua
en el tema de la rima.
Por otro lado su libro puede
leerse, implícitamente, como un tratado práctico de la rima en lengua
castellana. En el Lunario hay una voluntad de usar en una misma obra
todas las posibilidades de esta figura, de mostrarlas y realizarlas. He aquí
otra de las características lugonianas: su pretensión de abarcar el
conocimiento humano. En el Lunario se agota el tema de la rima en
castellano pero lo mismo sucede en otros textos con otros temas. Se llega a la
"hartura". El modelo de intelectual que sigue Lugones es tan
ambicioso que la pretensión de escribir la enciclopedia le parecería nimia. La
enciclopedia en definitiva es un mapa del saber humano, una suerte de resumen
apretado de todos los temas; Lugones no se contenta con el mapa sino que
pretende abarcar el territorio completo. No es hombre afecto a los resúmenes
sino a los tratados. Hacia el fin de su vida se dedica a escribir un
diccionario etimológico. El diccionario etimológico de Corominas tiene cuatro
tomos que parecen agotar las posibilidades; el que estaba preparando Lugones, y
se publicó después de su muerte, tiene un solo tomo; un tomo que, aunque muy
voluminoso, no termina de completar la letra A. Lugones, se podría decir,
trabaja la rima en su libro de poemas de manera similar a la etimología en su
diccionario; la variedad y la osadía de algunas de las rimas ensayadas hablan
de un poeta que se propone buscar la dificultad y resolverla, esto es,
complicarse para demostrar su saber y al mismo tiempo su maestría.
La rima es importante para
Lugones a tal punto que según su teoría si ella falta en los versos no hay
poesía. Escribe en el prólogo al Lunario: "la rima, [es un]
elemento esencial en el verso moderno" y también "Los pretendidos
versos sin rima, llamados libres por los retóricos españoles, no son,
pues, tales versos". En el campo de la rima se juega para Lugones una
batalla decisiva en tanto su dominio maestro le asegura, de acuerdo a esta
concepción, un acceso a los dominios esenciales de la poesía. Esto funciona
para Lugones como una suerte de artículo de fe, como un dogma; lo mismo sucede,
aunque de modo invertido, con la métrica, que contrariamente a la rima, le
parece una atadura que hay romper, considerando a esta ruptura, como escribe en
el mismo prólogo, "una cosa sencilla y grande: la conquista de una
libertad". Por cierto que Lugones no ve contradicción alguna en suscribir
al mismo tiempo, sin razones para tal divergencia, concepciones desde el punto
de vista de "la conquista de una libertad" irreconciliablemente
antitéticas.
Junto con la rima el segundo
elemento fundamental de la poética del Lunario es la metáfora. La
estrategia en este libro consiste en primer lugar en que la metáfora esté
dedicada a un solo objeto, la luna. En los miles de versos que conforman el
libro el intento será agotar las metáforas que la luna permite, y esta es otra
caída en el exceso. En general todo el modernismo hace de la metáfora un
recurso poético fundante, y una práctica que la eleva hasta sus cimas, sólo que
el Lunario la eleva aún más alto. Se diría que la arranca de la tierra,
la deja sin sustento. En muchos momentos la metáfora, descolocada, se vuelve
una parodia de metáfora, una metáfora ridícula. El primer poema del libro tiene
treinta y cuatro estrofas y las metáforas están totalmente ausentes de treinta
de ellas y presentes en sólo cuatro, pero de una manera abusiva. Allí se
metaforiza a la luna, sólo para hacer despliegue de maestría, llamándola:
"hada fiel", "moneda en mi alforja", "en mi ruleta es
ficha", "astronómica dama", "íntima planchadora",
"oca entre sus pichones", "joya del azar", "claraboya
de mis puras visiones", "filosofal borrica" y "pilula mica
panis". Borges encuentra en Lugones "una de las mayores colecciones
de metáforas de la lengua española"; también afirma que son
"originales y a veces muy hermosas", y cuenta que la vanguardia
poética que lo sucedió, de la cual él mismo formó parte en su juventud, no hizo
más que imitarlo en el tema de la metáfora con menor fortuna. El ultraísmo,
dice Borges, "durante quince años se consagró a reconstruir los borradores
del Lunario sentimental".
El tercer elemento
característico de esta poética lugoniana es el tratamiento del lenguaje. Se
dijo más arriba que Lugones pretende encarnar la lengua. Al encarnarla, el
castellano se lugoniza. Y el castellano lugonizado deja de ser castellano. La
lengua madre no alcanza para esta poética, parece no ser satisfactoriamente
apta para dar cuenta de todo lo que se quiere escribir. Hay que situar la
cuestión como parte de un problema típicamente argentino. La historia de la
literatura argentina que importa es la historia de un conflicto permanente con
el castellano: Macedonio Fernández por momentos, cierto Borges, Xul Solar,
Oliverio Girondo, Cortázar, Murena, Gelman, Lamborghini, Lépore, son algunos
hitos en un territorio del que el Lunario Sentimental forma parte. Su
lenguaje se vuelve lo suficientemente extranjero para que el lector lo sienta
ajeno en el punto en que tiene la posibilidad de ser lector: en la comprensión.
El castellano lugonizado funda la necesidad del diccionario. Ahora bien, el
diccionario es un registro de las palabras usuales de una lengua, pero también
es un museo que exhibe los restos cadavéricos del idioma. Precisamente en un
procedimiento a lo Frankestein, Lugones toma estas partes muertas y las hace
vivir en su obra, de manera que el lector reconozca las palabras como
integrantes de su lengua sin poder entenderlas.
EL LECTOR COMO ANTAGONISTA
La venganza lugoniana y el odio
en el que se apoya necesitan, aun como excusa, del otro, que el otro sea una
presencia permanente, y la única manera de garantizarse el otro que uno
necesita es creándolo a medida. El otro del Lunario es siempre una
ficción, una mera invención para la venganza y el odio; en este sentido se
puede decir que el otro es siempre uno mismo. A su vez la medida correcta de
otro para esta relación de odio es un otro inferior. El poeta que Lugones
encarna es siempre un ser superior a su otro, incluso a los otros que él mismo
es. El cambio es una manifestación de la superación de alguno de esos
otros, o visto desde otra perspectiva, la venganza consiste en definitiva en
cambiar, esto es, en sancionar de algún modo la inferioridad de alguno de sus
otros.
El primer otro que aparece en el
Lunario es "la gente práctica". Con este personaje colectivo
ficticio comienza precisamente el prólogo del libro diciendo en su primera
oración: "Va pasando, por fortuna, el tiempo en que era necesario pedir
perdón a la gente práctica para escribir versos". La presencia de este
hipotético conjunto humano permite proponer el primer conflicto ficticio: por
un lado el poeta, encarnado en Lugones, por el otro su antagonista, la gente
práctica, que en el pasado, un pasado que "va pasando", colocó al
poeta en posición de pedir perdón. Se arma así una relación en la que la gente
práctica se autocoloca en situación de superioridad y el poeta es colocado por
ella en situación de inferioridad. De todos modos si es difícil no leer de
manera irónica esta primera oración del prólogo, no es porque el conflicto o el
antagonista no existan, sino porque la supuesta superioridad de la gente
práctica respecto del poeta pide ser invertida. Como el conflicto de esta
escena es declarado en vías de disolución, inmediatamente el prólogo propone
otra, en la que si ya no hay ironía, salvo quizás en el adjetivo
"práctica", es porque en ella la inversión ya tuvo lugar. Ahora el
poeta es el que está en posesión del saber, mientras la gente práctica está
capturada por la ignorancia y el error. Y el poeta se propone ahora sacarla de
este estado, "intentar algo más necesario, si bien más difícil: demostrar
a la misma práctica gente la utilidad del verso".
En realidad este primer
personaje antagonista que Lugones crea con la gente práctica es el de los no
lectores. En el primer poema A mis cretinos completa el panorama creando
otro personaje colectivo antagonista, el de los lectores de su libro, a quienes
califica en el título mismo de "cretinos". Siendo al momento de
escrito, como cualquier otro, un libro no publicado, los suyos, en el mejor de
los casos, son lectores futuros, esto es, una vez más, al menos
provisoriamente, no lectores. Sin embargo a pesar de la condición virtual de
estos lectores el poema tiene la certeza de que al momento de ser leído será
hostigado por ellos en todas las formas posibles, y responde a esas acciones
aun no realizadas:
"¿Qué tal? ¿La hipermetría
/ Precedente os sulfura?"
"Sé que vuestro exorcismo /
Me imputará por culpa / Algo que vuestra pulpa / Define en sinapismo."
"Me probaréis que, esclavo
/ De mi propia cuarteta, / No fui ni soy poeta"
"Demostraréis que ladro / a
la luna"
"Para que no me mime / La
gente que me odia, / Haréis de mi prosodia / Mi calvario."
A su vez el poema se dedica a
hostigar a los lectores sin ambagues:
"Para la controversia / Que
me ofertáis, adversos / Os tenderé mis versos"
"Pero sabed que tildo / Con
alegre modestia / De vero mala bestia / Vuestro grave cabildo."
"Y ante el solemne rubro /
Que vuestra Nada oculta,..."
"Y a vuestros dogmas
sordo,"
"Y agriando los reproches /
De vuestro real concilio,...".
El poema está encabezado por
unos versos de La Divina Comedia, indudablemente dedicados a sus lectores, que
se podrían traducir así:
"que
tu opinión cortés y llana
te
sea clavada en medio de la cabeza"
El conflicto está planteado,
desarrollado y resuelto sin que la opinión ni siquiera exista.
A mis cretinos es un poema que podría calificarse de soberbio, en todas las
acepciones de la palabra. Crea una pelea imaginaria con lectores futuros donde
el otro ficticio, el mecanismo de la venganza lugoniana y el odio como fuerza
motora quedan expuestos con singular fuerza. En cuanto al poema mismo se ofrece
como queso a los lectores. El "queso para vuestro buen gusto" que
enuncian los versos es una figura ambigua, en tanto hay quesos que excitan el
buen paladar y quesos que lo ofenden. Hay quesos de aromas fuertes y suaves, quesos
agrios, ácidos, picantes, dulces, quesos de consistencia blanda y dura, quesos
caros y baratos. Pero el buen gusto en poesía es más bien, como el buen gusto
en general, algo cambiante, en extremo dependiente del mercado. Cuando irrumpe
una nueva poética o se publica un poema que no se ajusta a la poética
dominante, el "buen gusto" de esta última se ve desafiado; en los
casos más burdos responde con un rechazo preventivo y en todo caso al menos con
un primer desconcierto. El buen gusto, esto es, el gusto domesticado, se
pregunta ante la novedad inusitada "qu[é es] eso", de este modo el
"queso del buen gusto" es la figura del desconcierto poético, una
apreciación justa de la primera reacción que el mejor lector experimentará al
abrir el Lunario.
El poema funciona finalmente
como una suerte de prueba de cretinismo. En su tercera parte enumera a lo largo
de las estrofas las diversas reacciones en las que los lectores y los críticos
podrían incurrir. Si el que lee A mis cretinos reacciona como el poema
ha previsto, bueno, el resultado es que el poema le había hablado a él y él
merece el poema. Uno de los hechos más notables es constatar que el poema
describe prematuramente lo que luego, en cierta medida, ocurrió. Cuando trata como
tema en los versos su propia recepción futura... acierta. Durante los muchos
lustros del siglo XX posteriores a su publicación la crítica, pero sobre todo
la gran mayoría de los poetas argentinos, se dedicaron a marcar el Lunario
sentimental como un momento raro o fallido en el trayecto poético de
Lugones, o un pecado de juventud que hay que perdonar. Por lo demás el repudio
a este poemario ocurrió sobre todo a la manera de un rumor o un chisme, porque
difícilmente se halle a alguien que haya escrito o firmado estas aseveraciones,
o un estudio serio que las justifique. Con o sin firma esta voces realizaron,
sin advertirlo, precisamente las conductas que el mismo Lunario...
describe y profetiza. De este modo lo que podría llamarse "la historia
oficial" de la poesía argentina en el siglo XX se ajustó al papel de la
cretina de Lugones, abierto para ella por el poema mismo.
En A mis cretinos Lugones
se permite escribir su odio y así realizar su venganza. Realizarla mediante el
lenguaje y en la literatura. En sus primeros poemas, aquellos leídos a
burgueses y trabajadores y que tanto impresionaron a Rubén Darío, la literatura
estaba al servicio del odio, entonces dirigido contra la sociedad burguesa; de
algún modo los versos escribían ese odio. En estos versos se invierte la
relación, el odio se pone al servicio de la literatura, se vuelve letra. Se
encarna en el escrito y así transmuta en otra cosa. Lugones consigue en éste y
otros poemas del Lunario... hacer de su odio y su venganza un estilo. A
esto yo lo llamaría un momento privilegiado de la literatura.
Jorge Santiago Perednik