|
París, 25 de octubre de 1964 Querido
Rodolfo Alonso:
El conocimiento de los más rudimentarios -y estoy bien molesto por ello
en relación con mis amigos latinoamericanos- que tengo de vuestra lengua ha
retardado para mí la lectura de Entre
dientes y le respondo bien tardíamente.
Le agradezco ante todo su envío y sus palabras de amistad. Me resultan
preciosas proviniendo de un hombre que me parece dar tanto valor a la Poesía
como para no disolverla en el discurso y la efusión gratuita, sino por el
contrario asirla y respetarla en su estado de revelación, comprender lo que ella tiene
a la vez de pudoroso y de violento, y saber no traducir sino su grito sin añadirse
indebidamente a ella. Creo que esa es la única manera de acceder a la dignidad
de respirar también un día con lo que esa Poesía guarda de calma sagrada y de
efusión eterna. Tratarla, como usted lo hace, en el honor de su simplicidad y
de su apartamiento frente a lo que no son más que accidentes en el mundo, le
asegura proseguir durante largo tiempo su camino con esta grande y quizás única
real Compañera. Yo se lo deseo de todo corazón y le envío mis votos de coraje
cotidiano, sabiendo cuánto la vida en Poesía reclama de abnegación y de energía
mental. Desde todo punto de vista, estamos siempre en condiciones de morir, y
toda presencia se gana en la sangre y el sudor del alma. Pero usted es un
verdadero combatiente.
Afectuosamente suyo, René Ménard |