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Premio Nacional de Poesía 1994-1997 Discurso de Juan Gelman
Este
acto me parece paradigmático. En un país al que se le están rompiendo las
costuras, suponiendo que haya estado revestido contra el plan económico
genocida en curso; que navega en una crisis social notoria, aunque el señor
presidente de la Nación no la vea o no la quiera ver; que atraviesa una crisis
tal vez más grave, la crisis de la credibilidad en su propio ser como pueblo
ante el vaciamiento de las promesas de soberanía y justicia social que votó y
este Gobierno incumplió; que padece ya como futuro previsible la represión ñfísica
y noñ de sus aspiraciones, como repetición de un pasado ominoso; en este país
y no en otro hoy se premia a la poesía. Nada pudo nunca ni podrá jamás cortar
el hilo humano de la poesía, ése que nos continúa desde el fondo de los
siglos como nuestra belleza posible. Agradezco
profundamente este premio al jurado que lo otorgó. Estuvo integrado por pares
que no se guiaron por consideraciones políticas o de otra índole para desviar
su independencia de criterio. Es el premio de poesía más antiguo de América y
recibirlo en compañía de Rodolfo Alonso y Santiago Sylvester es un honor
acompañante. Se estableció en 1914, cuando la Argentina brillaba con un fulgor
que cantaron Rubén Darío y Leopoldo Lugones. La Argentina que no es hoy. Hoy
los esbirros de la dictadura militar prolongan sus terrores paseando impunemente
por las calles del país y por los cargos públicos, perdonados por dos
presidentes civiles a quienes, que se sepa, ninguna víctima les dio el mandato
de perdonar a los asesinos en su nombre. A las víctimas con vida de la
dictadura militar y de sus prolongaciones civiles y neoliberales, a las víctimas
que se ha dado en llamar desaparecido, a quienes resisten en los caminos de
Jujuy y en las carpas de la Capital, dedico este premio. Me conmueve la
presencia de tantos amigos en este acto y me hubiera gustado ver entre ellos a
esos grandes escritores y poetas que fueron, pero son, Rodolfo Walsh y Paco
Urondo, Haroldo Conti y Miguel Angel Bustos, caídos en combate contra la
dictadura militar o torturados a muerte en alguno de los 356 campos de
concentración de la dictadura militar. Y a mi hijo y a mi nuera, y a la hija o
hijo de ambos. Pero no están y sólo podemos exigir justicia para ellos. Y
verdad. Para los atenienses de hace veinticinco siglos el antónimo de olvido no
era memoria, era verdad. La verdad de la memoria en la memoria de la verdad. Las
dos son formas de la poesía extrema, esa que siempre insiste en develar enigmas
velándolos. Alguien dijo que la poesía es la sombra de la memoria. Creo que,
en realidad, la poesía es memoria de la sombra de la memoria. Por eso nunca
morirá. Muchas
gracias. Juan
Gelman |