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Sobre Marechal La
obra de Leopoldo Marechal puede observarse como una totalidad, como una Poética
que incluye la poesía y el teatro, el ensayo y la novela. Más allá del mayor
o menor mérito que corresponde a cada uno de los trabajos, lo que importa señalar
como detalle significativo es la coherencia de la obra, su elaboración a partir
de ideas y sentimientos que conforman una concepción del mundo. En esta
concepción confluyen diversos intereses estéticos,
filosóficos y religiosos que se integran en la madurez vital y creativa del
poeta El universo platónico, la interpretación de la Biblia a partir de sus
significados proféticos, la visión del hombre como criatura trascendente, son
invariantes de la obra de Marechal, y constituyen el basamento e ideología de
su poética. De allí surgen otras ideas temporales
e inmediatas relacionadas con el arte, la literatura, la historia o la
política. Pero las mismas siempre responden a esa concepción unitaria del
mundo y de la vida. Así, cuando intuye el carácter cíclico del arte, cuatro
estaciones -clasicismo, academismo, romanticismo, neoclasicismo- "por las
cuales el arte vive, se corrompe y vuelve a resucitar en el orden del tiempo,
como las estaciones del ciclo anual", o cuando a través de los
protagonistas de sus novelas repite el viaje del hombre amenazado por su propia
finitud o por las fuerzas que mediatizan o destruyen sus posibilidades, o
cuando, finalmente, lo argentino asoma como constante en sus poemas o su teatro
pero en una proyección que trasciende la mera
referencia geográfica e histórica. Sus ideas políticas, a la vez, se
inscriben también en este universo y el carácter profético con que señala
una Nueva Argentina demuestra que más allá de su adhesión al nacionalismo católico
primero y más tarde al peronismo, hay en él una voluntad de coherencia y de
armonía que se impone sobre lo episódico. Todos estos
elementos que hacen a su personalidad se reflejan naturalmente en su
obra. Extranjero
soy: llevo mi soledad cogida de la mano y
oigo cantar el tiempo bajo los rotos puentes. Hablé
con los marinos que levantan el alba en sus anzuelos Extranjero
soy en un país grato al mar: el
nuevo día llora, recién nacido y pobre. Cantada
en una lejanía) "Mi
canción, ya perdida ya en bienaventuranza / será un idioma puesto sobre justa
balanza", expresa Marechal en el primer poema de Laberinto de amor
(1936) Ese idioma, deliberadamente sobrio, parece indicar un nuevo período que
se continúa en Poemas Australes (1937) en los Sonetos a Sophia (1940) en
El Centauro (1940) y en El Viaje de la Primavera (1945). En medio
del orden, del peso, la medida la balanza del justo, surge entonces una nueva
serie de canciones de amor que indican una nueva dirección -afectiva y
expresiva- del poeta. Son las Canciones elbitences, dedicadas a Elbia (o
Elbiamor como quiere el poeta), canciones que se incluyen en la Antología Poética,
publicada en 1950. En Heptamerón (1966) reaparece el tema de Elbiamor: Elbiamor,
tu memoria se parece a
un dichoso año que resucita Elbiamor,
cuando piensas, tu Razón Elbiamor,
cuando sueñas, la
construcción del mundo es
una risa de albañiles. En
Heptamerón, Marechal reúne algunos trabajos publicados anteriormente: La
poética (1959); La Patria (1960) y La alegropeya (1962). Ese
mismo año se publican Poemas de Marechal y El poema del Robot. Es el
tiempo también en que su obra narrativa sale del olvido, en que se redescubre Adán
Buenosayres suscitando el interés de los jóvenes por Marechal
novelista. En 1965, Leopoldo Marechal publica su segunda novela: El banquete
de Severo Arcángelo. Mientras Adán Buenosayres (1948) significa la
mayor experiencia formal realizada en la novela argentina hasta entonces, El
banquete de Severo Arcángelo se expresa en un idioma sereno, sin
sobresaltos, con cierta sobriedad clásica que no excluye el humor o la ironía.
Adán Buenosayres significaría, en lo narrativo, lo que Días como
flechas significó en lo poético, en tanto El banquete de Severo Arcángelo
sería la transcripción, en prosa, del segundo período poético de Marechal.
Esta relación no es antojadiza sino que surge del equilibrio y correspondencia
entre las partes de una Poética totalizadora, donde confluyen alternativamente,
la pasión y el orden. Esto es válido tanto para
la comprensión de su poesía, como para su narrativa, sus ensayos y su teatro.
La premisa romántica de reelaborar mitos a través de personajes y episodios
nacionales y cierta voluntad clásica coinciden en el teatro de Leopoldo
Marechal. Otra característica es el sentido épico-trágico que aparece como
consecuencia de esa actitud, el carácter mítico del héroe que cumple su
destino, impulsado no tanto por las circunstancias sino por la fuerza oscura e
irreversible de su sino. Esto se evidencia en Antígona Vélez, obra
estrenada en 1951. Un oratorio: El canto de San Martín (1950) y Las
tres caras de Venus, publicada en 1966, completan la labor de este autor que
tiene inéditas once obras de teatro. Pero "lo teatral" más allá de
su técnica y expresión específica, puede encontrarse también como un
elemento complementario de los recursos narrativos de Marechal. Son
"teatrales" los nombres y apariciones simbólicas y fugaces como
ciertas actitudes de numerosos personajes de Adán Buenosayres, como es
"teatral" el planteo y presentación de El banquete de Severo Arcángelo,
en la acepción de "teatro del mundo", representación de lo real y lo
ilusorio. La relación novela-teatro debe unirse a la relación novela-ensayo,
ya que en la obra de Marechal el planteo cuenta tanto como el medio expresivo. Sus
dos novelas, al fin, ejemplifican muchas de las ideas del ensayista, a la vez
que éste se vale de imágenes propias de la narrativa o la poesía para
expresar su pensamiento. En Cuadernos de navegación (1966) Marechal
vuelve sobre sus temas, reitera antiguas obsesiones. Su sentido religioso, esa
"problemática viva" que se instala como centro de su pensamiento a
partir de Descenso y ascenso del alma por la belleza (1939) se une a la contemplación
estética, propia de su poesía a la revelación de ciertas claves de su novelística,
a sus juicios sobre el arte ("Las cuatro estaciones del arte",
"La autopsia de Creso"). De alguna manera esta ;«navegación"
recoge las experiencias del poeta, del narrador, del ensayista, del actor y
contemplador de su propia obra, y es un viaje paralelo a la travesía vital de
su autor, un examen y ordenamiento de lo pensado y lo vivido. Pedro
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